El barco que me trajo aquí
detrás de la cara que se parece a ti
desaparecen los nombres viejos
en la sangre hay un retrato arrugado
y en el viento, un ave cobriza,
como si el desierto me hubiera puesto mi abrigo
no estoy desnuda
a veces las palabras se extravían en mi tos
y la luna bamboleante desaparece en el vaso
este viaje siempre se ha enrollado alrededor de mi lengua
y mis venas no ocultaban nada a la muerte
y escribieron a mano los pasos
el verano me dio su reconocimiento
con plumón verde enredado en los dedos del hielo
la ola vino con los brazos abiertos como el amor
y retrocedió
extraño aquel barco
que me trajo aquí
y bajo los párpados del invierno soy testigo
de que este viejo cielo
es una maleta roja que guarda mi perfil azul.
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Una carta sobre «La vuelta al mundo en 80 días»
El mundo tampoco era tan grande.
Entre todas sus repeticiones y personalidades
me deshice de mis personas interiores.
Volví a escribir las ciudades en azul.
El mar se volvió manso en las expresiones.
Los versos cambiaron de rumbo sin ti.
Me acosté con los seres humanos a través de la lengua persa,
cuidé el silencio
Llamé querido a los extranjeros en la calle.
Escribí árboles con runas.
Y por eso
todas las guitarras, todas las aves y los poemas
han sido inventados para gente como nosotros.
En la oscuridad, mirar tus ojos
o todos estos rostros que pasean sin dueño
puede ser tan peligroso como el loco mes de abril
como la dependencia de los sueños a veces.
Te renuevas constantemente
en tu vieja piel.
No hay lugar interior donde puedas esconderte
y ningún agujero de salida.
El mundo tampoco era tan grande.
Solo sigue la línea roja,
síguete lentamente adentro de tus poemas.
Estos dos poemas fueron publicados en Luvina 87-88, verano-otoño del 2017.