Yo preferiría parirlo con la boca,
que fuese una muy prolongada autoexaminación.
Yo elegiría sacarlo con la boca.
Nada más.
Luego el grito al nacer,
el largo cordón umbilical.
Yo preferiría parirlo con la boca durante mucho tiempo, lentamente
a través de comisuras reventadas, porque no puedo abrir la boca tanto
con los huesos de él entre los dientes.
Luego él en el piso, la placenta pesada en la cavidad bucal,
la sangre del parto que dispersa mis sensaciones de sabores.
Desnudo con aliento a alcohol
y paredes rojas descoloridas.
Su madre ya no está aquí.
· · ·
Una tranquilidad color vino cierra el ojo.
Yo sangro sábanas y mostradores de charcutería.
Dejo chorreando dejo el cuerpo dejo
la membrana de carácter dorado falso.
Barro el piso con tinta negra.
Trampas.
· · ·
El llanto cuelga como una masa desgarrada
desde las cúpulas
derrama tú el alivio
que es demasiado pesado para cargar.
Lo ves, los espasmos cadavéricos allá abajo,
ya por última vez.
Porque siempre sabes que lo has visto ya
y que lo volverás a ver de nuevo.
Lo volverás a ver de nuevo.
· · ·
Aquella agua corre sobre nosotros. Color herrumbre.
Tú determinas la temperatura de mi cuerpo
plegando tus largos en la muñeca,
golpeando súbito como en películas violentas, pero esto no es violencia.
Esto es algo distinto.
La armadura restalla debajo de las suelas de los pies,
es absorbida en lo duro y dos veces te he dicho
carajo. No estaba enojada entonces.
Tampoco lo estoy ahora.
Usa el marco de mi espalda para tus obras conceptuales,
mete las puntillas de grafito golpeándolas con los puños
sabes que tengo el lado carnoso para afuera.
Corre sobre nosotros, aquella agua. Sabor a semen.
· · ·
¿Fue porque maté a una mariposa?
No contestas.
Pero fue porque maté a una mariposa
y tu cuerpo y todo lo demás tan frágil.
Algo pasajero en las junturas del cuerpo,
pero nunca jamás.
Digo: –Tuvimos algo
y estiro la mano hacia adentro para sacar los restos.
Alguien vierte alcohol sobre mi cuerpo y me ve brillar.
Alguien vierte alcohol sobre mi cuerpo y me ve brillar.
Digo que es porque la carne de la mariposa era peluda
y tus manos y una lengua y una duda pero aún así
y me veo a mí misma brillar en el alcohol. Te veo
apagarte en la boca del tragafuegos.
· · ·
Ella yace distribuida en el hormiguero,
dejando que los bichos de seis patas entren en ella.
Hedor a orines y aliento de hormiga.
Se ha vestido cuidadosamente
para aparentar frescura, suavidad
y hay algo clínico y amargo
en los pliegues de sus labios.
Él la besó ayer.
Apuntó.
Los poemas son del primer libro de Matilda Södergran (1987), Hon drar ådrorna ur (‘Ella de sí saca las venas’), publicado en el 2008. Mis traducciones de algunos poemas de su tercer libro, Maror (‘Pesadillas’, 2012), fueron publicadas en Tierra adentro en septiembre del 2019.
El más reciente libro de Södergran, Överlevorna (2018, ‘Sobrevidas’), fue apremiado con el prestigioso premio de poesía que otorga la Radio Sueca. Las traducciones fueron hechas con el apoyo de FILI Finnish Literature.
Foto · Theo Elias